Estando
en una exposición escolar sobre los tesoros, los alumnos, hablaron del oro, del
petróleo, de los diamantes y esmeraldas; ninguno hablo del tesoro humano. Según
la Unesco un tesoro vivo es una persona que posee un alto grado de
confiabilidad debido a sus conocimientos en la práctica de su profesión,
llegando a ser reconocido como autoridad influyente; también se le conoce como:
“Patrimonio Cultural Inmaterial” sin embargo, una joven hablo de la sal como un
tesoro único e irremplazable.
Saludos
apreciad@s amig@s, acompáñenme a
conocer una interesante historia antigua, relacionada con la sal.
Existió
un rey en arabia muy poderoso, rico e influyente; tuvo tres hermosas hijas;
llegado el momento de entregarlas en matrimonio, le asigno a cada una varios
tutores personales, pero diferentes; para luego analizar las enseñanzas y los
dotes reflexivos individuales. Pasaron un par de años y organizó una gran
fiesta con los príncipes casanderos de aquellos lugares; en la fiesta cada una
elegiría a su futuro esposo y rey. Pero antes llamó a cada una en privado y les
hizo esta misma pregunta: ¿princesa hija mía, como ves a mí de valioso, tu
padre y rey?

La joven mayor Coraline, pensó
unos segundos y contestó: “Padre yo te veo valioso y radiante como el mejor oro
que guardas en los tesoros del reino; el oro es considerado el metal más
manejable y dúctil, pero incorruptible, es noble y blando ante las aleaciones
con otros metales. Al igual que tu personalidad padre mío” Sabemos de las
valiosas alianzas que haces con tus vecinos y con todos tus servidores, esos
dotes te dan un brillo valioso en la región.
la
Segunda en edad Eleonora, le contestó: “Querido Padre, yo te veo más valioso y
misterioso como las piedras preciosas; tanto ellas como tú son regalos
indescriptibles de la naturaleza; al igual que ellas, tu consejo es curativo
para quienes te escuchamos.
El rey
quedó atónito ante aquel halago, que sólo pudo decir: ¡Recibe siempre mi
bendición! Momentos después estuvo ante su presencia, la menor llamada Glenda;
¡Padre -dijo- mi corazón y mi mente te ven igual de valioso a la sal! Al
escuchar esas palabras, el rey se transformó en otro ser; niña insolente, como
te atreves a hacer esas comparaciones, con algo tan burdo como y tan falto de
valor; serás castigada y alejada del castillo principal y no estarás en la
fiesta real. ¡Grito a la guardia, enseguida se presentaron! y les ordenó
llévense a la princesa a la casa de castigos. Días después en la gran fiesta de
celebración, llegó el momento de la cena, orgullosamente el rey invito a los
reyes y príncipes a degustar los banquetes.

Sin
embargo, cuando estos probaron los variados platos, quedaron en silencio. El
rey preguntó: ¿Qué pasa?, ¿ya probaste la comida? Al probar supo que ningún plato
tenía sal, encontrándola insípida y nada agradable. De inmediato mandó llamar al
cocinero mayor, que era muy cercano a la familia real; el cocinero contesto:
con la madre reina, estuvimos de acuerdo de no salar la comida, para que todos
comprendamos, cuán valiosa y única es la sal para el paladar. El rey pidió
disculpas a sus invitados; y se retiró a llorar, luego que leyera la nota de su
hija Glenda que le entregará la reina. La nota decía: “Y sazonarás con sal toda
ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del
pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal” -Levítico 2:13- ¡Padre:
para mí eres ofrenda especial para el Supremo Creador, al igual que la sal!

La
Unesco considera al Ser Humano como valioso e influyente de acuerdo a su
capacidad y buena actitud para compartir conocimientos y servicios benéficos a
las personas y a la humanidad; independientemente de su raza o color o su
procedencia sociocultural.